
Es la capacidad de expresar
sentimientos y emociones profundas como el amor que enriquece el
espíritu y condiciona muchos aspectos del comportamiento afectivo del
individuo.
La función sexual no es otra cosa
que la integración armónica del sexo (netamente biológico) con la
sexualidad (que se manifiesta mediante la actitud psicológica frente al
sexo e implica, al mismo tiempo, la expresión de sentimientos).
Mientras la sexualidad se limita
exclusivamente a los órganos genitales, es una respuesta instintiva y
tiende a la repetición, la sensualidad abre una amplia gama de
posibilidades que “junto con el despertar de la imaginación” logra
innovadores efectos en quienes saben cómo utilizarla.
Algunas personas suelen atribuirle la sensualidad a la mujer y la sexualidad al hombre.
Pero, la verdad es que ambos
tienen una porción de cada una en su personalidad, tal como los dos
comparten lo masculino y lo femenino en su ser.
La combinación perfecta incluye sensualidad y sexualidad por igual, un lado sensible y dulce con un aspecto práctico y directo.
De hecho, si la relación carece del aspecto sensual, pronto se llega a la monotonía y al consecuente aburrimiento.
Una mirada sugestiva, un suspirar al oído o una caricia en el lugar adecuado pueden decir más que mil palabras.
Y, lo más importante, de esto es
que conlleva la magia de iniciar un juego inagotable que invita a
explorar las posibilidades de los cinco sentidos, sin limitarse
específicamente al acto sexual.